sábado, 18 de marzo de 2017

La naranja entera

Últimamente estoy comprobando con cierto pesar que la gente tiende a desarrollar relaciones de dependencia con sus parejas. No todo el mundo lo hace, claro está, pero navegando por las redes he podido ver ciertas declaraciones de amor que me llevan a pensar dónde está la delgada línea entre el amor y la obsesión.
No es que una sea especialmente experimentada en cuestiones amorosas, pero algo sé. Al menos, lo suficiente como para detectar las incipientes señales que conducen a la dependencia, a la necesidad enfermiza de relacionarse con la pareja, de mantenerla a nuestro lado las veinticuatro horas del día, de asegurarnos constantemente de que nos es fiel en cuerpo y mente. Y no lo sé tanto por experiencia propia sino por haber conocido relaciones tóxicas que, francamente, me han preocupado bastante por lo irracional del asunto. 
Hoy en día, parece muy normal decirle a nuestro novio/a frases del tipo "no puedo vivir sin ti", "te necesito" o "eres mi vida entera". Y, a ver, una, que ha estado enamorada, bien sabe que ese sentimiento nos puede llevar a desear pasar mucho tiempo junto a esa persona, que la vida puede ser mejor, más maravillosa, cuando nos besa, sonríe y abraza. Pero es que precisamente esa vida (que es sólo tuya, por cierto), no depende de nadie. Ni siquiera del amor de tu vida, si es que aún lejos de la vejez tienes los arrestos suficientes para afirmar que ya lo has encontrado. Tu vida depende única y exclusivamente de ti, de nadie más. No va a venir nadie con una varita mágica a proporcionarte felicidad eterna, a asegurarte interminables días de dicha y exaltación. No, no funciona así. Te enamorarás, serás feliz, disfrutarás de la compañía del amado y probablemente no la cambiarás por ninguna otra cosa en el mundo, pero, por todos los dioses olímpicos... No caigas en la visión coelhista de que esa persona a la que tanto quieres tiene tu vida en sus manos. Ámala, quiérela, disfruta todos y cada uno de los instantes a su lado, pero conserva tu independencia, tu integridad. Lucha por tus metas, márcate objetivos claros y trabaja para alcanzarlos, esfuérzate por intentar llevar la vida que te gustaría tener, pero no te abandones a la falsa creencia de que el amor te salvará para siempre. El amor podrá hacer tu vida más bonita, más feliz y próspera. Tendrá un efecto balsámico en tus días más tristes y hará inmejorables los momentos más especiales, pero a este mundo no hemos venido solamente a querer a los demás. 

No, basta. Éso es lo que nos han hecho creer con tanta parafernalia sentimentalista, con tanta frasecita motivacional que pulula por Tumblr y Facebook alabando las bondades de la vida en pareja que, por otro lado, las tiene. Pero no lo llevemos al extremo, por favor. Amar y ser amado es maravilloso, pero no necesitas a nadie para ser feliz. Sé feliz siempre, por ti mismo, porque te respetas, valoras y crees en ti. Y entonces, que venga un nuevo amor y complemente esa felicidad, te anime a crecer y haga de la vida algo mucho más bonito, pero ten muy claro que antes de que él o ella llegara, tú ya eras feliz. Tú ya eras una persona con planes, con costumbres y manías, con amigos y conocidos, con una vida. En el momento en que olvides ésto y comiences a pensar que si tu pareja te faltara ya nada tendría sentido, comenzarás a desarrollar un sentimiento de dependencia que te hará sufrir más de lo que imaginas. Y no, no será sano ni para tu cuerpo ni para tu mente, porque tu vida, tus planes, tus ideas, pensamientos y acciones girarán en torno a una persona a la que, al igual que a ti, debería importarle tu felicidad tanto como la suya propia. 
No lo veo egoísta, francamente. Es una cuestión de pensar que alguien puede querernos muchísimo y bajarnos la luna y las estrellas si es preciso pero, aunque nos duela, esa persona se puede marchar algún día. No tiene que ser por algo especialmente traumático como una infidelidad sino, simplemente, porque el amor se haya ido desgastando, o porque lo que os separe sea más poderoso que lo que os una. Y entonces, ¿qué harías? ¿Reconstruirías pedacito a pedacito los escombros de esa integridad que hiciste saltar por los aires cuando le juraste que le querías más que a ti mismo? ¿Te alejarías del resto del mundo a un oscuro y solitario rincón, autoflagelándote y tratando de convencerte de que ya nada, absolutamente nada tiene sentido? No parece algo demasiado atractivo, la verdad.
O el amor nos está volviendo locos, o ya estábamos locos de por sí y el amor ha venido a empeorar las cosas, quién sabe. Lo que sí es cierto, amigo mío, es que en esta vida la única persona que te va a querer incondicionalmente eres tú mismo. Así que haz el favor de quererte, cuidarte, respetarte y valorarte como mereces. Y después, enamórate, o no. Da igual. 

El día en que te mires al espejo y no te falte nadie a tu lado sabrás que no necesitas a tu media naranja, porque tú ya eres una jugosa, fresca y flamante naranja entera.


4 comentarios:

  1. Pertinente y muy lúcida reflexión, con la que concuerdo por completo. No hay que perder la cabeza nunca, ni que te la pierdan.

    Una grata sorpresa poder leer tus interesantísimas reflexiones nocturnas, amiguica :)

    Y gracias por enlazarme!

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  2. Me honra su presencia por estos nuevos lares, querido amigo ;)
    Muchísimas gracias por la apreciación y las buenas palabras, es un placer que me visites.

    ¡Nos leemos!;)

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  3. El amor es maravilloso. Lo feo, feísimo, es la interpretación de mierda que hacemos los humanos de las cosas. El amor no es posesión, no es ser completado, no es "sin ti no soy nada". El amor es eterno mientras dura, a veces un rato, a veces una vida, a veces la mitad. Y mientras, lo que perdura, somos nosotros mismos. Por eso no es agoísmo, es supervivencia decir "te quiero, pero a mí me quiero más". Y saber poner un punto o irse cuando ya no tiene sentido. El amor no duele, el amor no completa, el amor no te hace falta, el amor no es lo que da sentido a nada. Que no nos cuenten películas de mierda.
    Un beso enorme!

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    1. Toda la razón. Y lo más preocupante de todo es que esa visión dependiente del amor es la socialmente aceptada, la que todos asumen como mejor y más feliz. Gran verdad, esa de que el amor no duele...
      Gracias por pasarte, bonita mía. ¡Besazos!

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